¿Se puede dar el pecho con prótesis de silicona?
Muchas mujeres que se implantan senos temen que afecte a su
capacidad de amamantar a sus futuros bebés.
Sí se puede, porque al realizar intervenciones de aumento de seno, los cirujanos plásticos no cortan en ningún momento la comunicación de los conductos galactóforos, los encargados de transportar la leche hasta el pezón. Como el implante se suele colocar entre la glándula mamaria y el músculo pectoral, o por debajo de este último, la estructura no se ve afectada.
El pezón tampoco sufre alteraciones, pues la introducción de
la prótesis se lleva a cabo habitualmente a través de una incisión practicada
en la areola que lo rodea o bajo el surco mamario. Solo se corre un riesgo: si
durante la operación se producen involuntariamente daños en algún nervio,
podría disminuir la sensibilidad en la zona del pezón y dificultar la bajada de
la leche tras el nacimiento.
En manos del cirujano
¿Y qué hay del material con el que está fabricada la
prótesis? ¿Podría afectar una contaminación accidental de silicona al
desarrollo y crecimiento del neonato?
John Semple, cirujano plástico de la Universidad de Ontario,
en Canadá, trató de responder a esta pregunta hace unos años. Después de
analizar la leche de mujeres con y sin implantes demostró que ni en ese líquido
nutritivo ni en la sangre de las madres había diferencias notables en cuanto a
los niveles de silicona.
Fue un hallazgo tranquilizador para muchas mujeres que, tras
operarse los pechos por razones de estética, no querían renunciar a amamantar a
sus hijos. Cabe recordar que, según la OMS, "la lactancia materna es la
forma ideal de aportar a los niños pequeños los nutrientes que necesitan para
un crecimiento y desarrollo saludables. La OMS recomienda la lactancia materna
exclusiva durante seis meses, la introducción de alimentos apropiados para la
edad y seguros a partir de entonces, y el mantenimiento de la lactancia materna
hasta los dos años o más".
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